lunes, 13 de julio de 2009

Marilina querida,


vaya qué mañana helada elijo para contestarte, para tener los dedos flacos desnudos sobre el teclado (oxímoron extraño el de valerme del género epistolar mirando al mismo tiempo esta gran pantalla adornada por la manzana mordida/prohibida -siempre se ha hablado de la tentación de tener una de estas, hete aquí el símbolo-). Y sea como sea, aquí estoy.
Creo que nos viene al pelo el tema que mencionaste de la vejez prematura. A veces nos siento dos viejas criticonas, pero de esas graciosas que a todos hacen reír y que todos creen inteligentes mujeres llenas de misterios y experiencias de vida. O eso, o quedarnos en casa viendo películas simpáticas sin nudo y con personajes en camas elásticas. Ninguna vieja saltaría con tanta altura (ni tan alto). Debemos encontrar un par de camas elásticas. Voy a salir a la búsqueda.
Cambiando rápido de tema -y esto se puede hacer maravillosamente en el género epistolar debido a la necesidad y urgencia de tocar todos los temas antes de que las velas no ardan (o cierre la oficina postal), cuidando de no olvidarse ningún tópico obligatorio-, ayer pensaba en la amabilidad de los Uruguayos, pero también en esa cierta melancolía que dicen que tienen. Me pregunté: ¿la cajera del supermercado te dice "Pase bien" cuando te estás yendo con tus bolsas? Y si te lo dice, ¿con qué cara? Puede parecerte un tema estúpido, pero siendo vos, querida, nuestra corresponsal en el Cercano Oriente, tendríamos que saber qué halo cubre a estos vecinos cuando caminan por la 18 de Julio (Fue ese el día de la Independencia? Se me ocurre ya que termina (o empieza) en la Plaza que lleva el nombre).
Te dejo ya, Marilina, tomate unos matecitos con Romeo, pero volvé a la gran ciudad.
Clarisa.

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